Brinda centro en Texas albergue temporal, comida, y bienvenida a solicitantes de asilo recién liberados de centro de detención de Patrulla Fronteriza

Esta nota fue traducida al español y editada para mayor claridad a partir de una versión en inglés, misma que aparece en The Nevada Independent.

McALLEN, Texas – El martes por la tarde, en cuanto las puertas de cristal del Centro de Apoyo Humanitario de Caridades Católicas se abren revelando un techo de baja altura , un grupo de voluntarios formados en círculo alrededor del salón se vuelca en aplausos y silbidos y gritan “¡bienvenidos!”
Es el tipo de ovación de pie que merece un héroe local. En cambio, las aproximadamente ochenta personas que cruzan las puertas llegan directo de un centro de detención de la Patrulla Fronteriza, algunos llevan niños pequeños en brazos, otros son adultos con pulseras de tobillo con un monitor GPS.
Prácticamente no tienen nada, excepto la ropa con la que se cubren la espalda; hasta las agujetas de los zapatos les quitaron.
“A veces, esta es la primera bienvenida que reciben en este país”, dijo Brenda Riojas, una portavoz del centro.
La humilde sede, que ha operado en McAllen desde el 2014, es donde los solicitantes de asilo que acaban de ser liberados de un centro de detención ven los Estados Unidos por primera vez. Los voluntarios sirven vasos con agua y preparan comida caliente. Los niños pueden ver la televisión en sillas de plástico que tienen un tamaño adecuado para ellos. Los viajeros pueden bañarse y obtener un cambio de ropa.
Algunos se quedan por unas horas; otros pasan la noche en colchonetas colocadas en un cuarto multiusos, hasta que llega la hora de abordar otro autobús. Los extranjeros ya prepararon su destino final en diversos estados para reunirse con familiares, y los voluntarios en una mesa de recepción anotan los horarios de su autobús para ayudarles a llegar a tiempo.
Los voluntarios les dan hojas escritas en inglés que explican que ellos no hablan dicho idioma y que necesitan ayuda para encontrar su autobús; una herramienta útil porque la mayoría sólo habla español o lenguas indígenas de Centroamérica.

Los migrantes suelen llegar desde el Centro de Procesamiento de la Patrulla Fronteriza en McAllen, donde se supone que la gente permanece no más de 72 horas, ya que sus casos se clasifican inicialmente. Pero la Senadora Demócrata por Nevada Catherine Cortez Masto, quien el lunes visitó ese recinto, dijo que conoció a dos mujeres que habían estado allí durante seis o siete días, y que una de ellas no se había podido bañar durante el tiempo que había estado ahí.
El centro de la Patrulla Fronteriza tiene espacios con cadenas que han sido descritos como jaulas, lo que permite que sea más fácil para los guardias vigilar las actividades, comparado, por ejemplo, con sitios construidos con bloques de hormigón. Cortez Masto explicó que las madres permanecen con sus hijos pequeños en una parte de las instalaciones, mientras que los niños mayores se mantienen por separado.
Cuando liberan a los detenidos, grupos numerosos son trasladados a una parada cerca de la estación del Greyhound. El centro originalmente surgió cuando un grupo de mujeres de la iglesia, al darse cuenta que había inmigrantes que parecían estar desorientados en la parada de autobús, comenzaron a llevarles alimentos.
Con el tiempo, atender las necesidades de los visitantes cerca de la parada de autobús se hizo abrumador, por lo que Caridades Católicas se involucró y rentó un espacio para abrir un centro. Desde entonces, este lugar ha acogido un flujo constante de inmigrantes.

Este martes, los salones del pequeño centro rebosaban con donaciones, y había más que estaban guardadas en un almacén que alquilaron. Riojas dijo que el grupo no está rechazando los donativos, sino que contar con más los ayudará en momentos difíciles, cuando otras noticias acaparen los titulares y la atención nacional ya no esté enfocada en la frontera.
Por ahora, la crisis de la separación de familias está atrayendo a voluntarios de todo el país.
Ruth y Steve Mohyla — de 82 y 85 años, respectivamente — decidieron actuar al ver las imágenes en la televisión.
“Dijimos: 'Tenemos que hacer algo”, comentó Ruth.
Así que entre citas con el médico y otros trabajos de voluntariado, esta pareja se subió a su auto y manejó seis horas desde Houston hasta McAllen para hospedarse en un hotel.
Steve tenía una regla: Que no nos arresten.
“Pensé que Ruth iría directo al puerto de entrada”, dijo acerca de su esposa.
En lugar de eso, hablaron con la recepcionista de su hotel, quien los refirió a Caridades Católicas. Esa misma tarde ya estaban clasificando donaciones y preparando sopa, minutos antes de que empezara a llegar el grupo de cansados inmigrantes, que se llenó hasta el tope.
“Todo ayuda”, dijo Ruth antes de contemplar la magnitud de la necesidad. “Sólo me gustaría que hubiera una solución”.
