Entre un país y el otro: Menores en medio de las políticas de inmigración
Huyen de la violencia de sus países y llegan solos a la frontera de Estados Unidos en busca de un mejor futuro. O nacieron aquí, pero sus padres son indocumentados en riesgo de deportación. Son los niños que deben vivir bajo la realidad de las actuales leyes migratorias.
¿Por qué sus familiares acceden a que los niños viajen solos? ¿Qué recursos están disponibles en Nevada para ayudar a estos menores? ¿Qué futuro les espera en “el país de las oportunidades”?
El 25 de enero del 2017 el presidente Donald Trump firmó sus órdenes ejecutivas en materia de inmigración y seguridad fronteriza y el 17 de febrero del 2017, John Kelly, Secretario de Seguridad Nacional, dio a conocer los memorándums para implementarlas.
Pero las órdenes ejecutivas de Trump realmente no cambiaron nada para los niños migrantes no acompañados, de acuerdo con la Abogada de inmigración Laura Barrera, Equal Justice Works AmeriCorps Legal Fellow con the UNLV Immigration Clinic.
“Donde tratamos de mantener la vista es en el memo del Department of Homeland Security (Departamento de Seguridad Nacional, DHS, por sus siglas en inglés) para asegurarnos que las familias estén protegidas”, dijo Barrera, en referencia al memo de DHS titulado “Implementación de las Políticas de Mejoras a la Aplicación de la Inmigración y Seguridad en la Frontera”.
En medio de ese ir y venir de documentos, discusiones y cambios migratorios, se encuentran niños cuyo pasado y futuro está dividido por una frontera.
Carmen, Rosa y Lucía
“Carmen” apenas puede contener las lágrimas cuando relata la travesía de sus hijas para llegar a Los Estados Unidos hace dos años. “Rosa”, quien ahora tiene 17 años de edad, junto con su hermanita “Lucía”, de 11, viajaron desde El Salvador hasta la frontera de Estados Unidos con México sin más familia que unas primas y un grupo de personas totalmente desconocidas.
Carmen, quien durante su entrevista con The Nevada Independent En Español pidió usar seudónimos para ella y sus hijas, llegó hace ocho años a Los Estados Unidos con la esperanza de ayudar a su familia en El Salvador. Dejó a sus hijas al cuidado de la abuela.
Carmen vendía naranjas en su país natal, pero abandonó su actividad porque las maras (pandillas) amenazaban con cobrar renta a comerciantes como ella. La situación económica de su familia se vio tan afectada, que decidió emigrar a Phoenix, Arizona, donde actualmente radica.
Durante una visita a Las Vegas para tramitar un documento en el Consulado de El Salvador, Carmen comentó que no solo había sido difícil dejar a sus pequeñas al cuidado de su abuela, sino, también enfrentar el dilema de mandar traerlas desde El Salvador, donde la situación empeoraba a causa de la violencia.
La decisión de mandar a las dos niñas a Los Estados Unidos fue decisión de la abuela, quien había escuchado que las maras golpeaban a los jóvenes, violaban a las muchachas, asaltaban o mataban a las personas sin razón. Tenía miedo de que, a las niñas, quienes ya estaban creciendo, les fueran a hacer algo.
“Nunca habían salido de El Salvador”, dijo Carmen entre lágrimas. “Fue una decisión difícil porque yo no dormía, no comía, le pedía a Dios que no les pasara nada. Sé que hay muchos peligros en ese camino. Yo misma los pasé cuando me vine a este país”.
El riesgo del largo viaje, mandar a sus hijas sin documentos y pagar a un conocido de su mamá para que las trajera a Los Estados Unidos, para Carmen valía la pena. El contacto se hizo en El Salvador y fue necesario pagar a esa persona para que a su vez diera una cantidad a alguien en México que les ayudara a cruzar la frontera.
“Se le dio dinero a una persona para que se viniera hasta la frontera, porque tuvo que pagar en México para que los cruzaran”, señaló Carmen. “Entre gastos durante el viaje y boletos de avión, pagué como unos $12,000 dólares por las dos niñas”.
La cantidad fue cubierta entre ella y su esposo, quienes trabajan pintando casas.
Rosa no pensó dos veces cuando le dieron la noticia de que se iría a Los Estados Unidos. Las maras le habían pedido dinero y habían matado a algunos de sus compañeros de escuela. Eso le dio valor para emprender el viaje con su hermanita. Soñaba reunirse con sus padres.
“Yo sabía que mi ‘má’ se había venido para acá por darnos una mejor vida. Sabíamos que era peligroso, pero era por nuestro bienestar. Por eso nunca le voy a reclamar nada”, comentó Rosa.
La jovencita no tiene memorias gratas de ese viaje. Una vez el grupo con el que venían, pasó cerca de 15 días encerrado sin poder siquiera asomarse por la ventana. En otra ocasión pasaron todo un día cerca de un río aguantando frío, hambre y falta de agua para beber.
“Yo decía que Dios nos iba a guardar, que todo iba a salir bien, y así fue”, indicó Rosa.
Carmen dijo que en parte lo que le dio valor para mandar a traer a sus hijas a través de la frontera y sin alguien que las cuidara, fueron las historias que había escuchado acerca de que el servicio de inmigración estaba brindando asistencia a los niños y tomándolos bajo su custodia.
“Estaban dando la oportunidad de reunir a los niños con los padres y dije: ‘voy a aprovechar para que mis hijas puedan entrar’, porque tengo conocidas que sus hijos han arreglado de esa manera”, comentó.
A Carmen le volvió el alma al cuerpo cuando le llamaron del centro de inmigración a donde se habían llevado a las niñas cuando cruzaron la frontera. Personal del lugar le recomendó abogados para iniciar el trámite de estancia legal de las menores.
Mientras veían pasar las hojas del calendario hasta poder reunirse con sus padres, Rosa y Lucía se quedaron un mes en el centro de inmigración.
“Había muchos niños de Guatemala y Honduras”, recordó Rosa. “Al llegar nos hicieron un examen para ver qué habíamos aprendido en nuestro país y así clasificar a qué nivel nos iban a mandar. Teníamos maestras que nos daban clases”.
Aunque se llegó a sentir triste por estar rodeada de personas desconocidas, a Rosa le pareció que en el centro trataban bien a los niños, porque tenían consejeros, les enseñaban inglés, y les daban desayuno, almuerzo, cena y merienda.
Rosa recuerda el día que por fin ella y su hermanita pudieron reunirse con su mamá. Entre lágrimas, abrazos y trámites migratorios, empezaban su nueva vida.
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Han pasado ya dos años desde ese día. Aunque la familia está reunida, aguardan con incertidumbre lo que pasará este 12 de julio, cuando Rosa y Lucía se presentarán por tercera vez ante un juez para saber si obtendrán los documentos que les permitirán quedarse en Los Estados Unidos.
El abogado de Carmen, quien le cobró $4,000 dólares por el caso de las dos niñas, le ha dicho que se siente optimista.
“Ahí nos van a decir si ellas van a recibir su permiso”, expresó Carmen, quien además deberá pagar por los permisos de sus hijas, en caso de que los obtengan.
Llegan a la frontera
A pesar de los avisos emitidos por el gobierno estadounidense en el 2014, la afluencia de niños no acompañados llegando a la frontera de Estados Unidos y México empezó a captar la atención de varios medios de comunicación nacionales e internacionales.
Entre octubre del 2013 y mayo del 2014 la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos ya había detenido a 46,188 menores de 17 años provenientes de Centroamérica, de acuerdo con El País.
En el 2015, NBC News reportó que más de 10.000 menores no acompañados habían sido aprehendidos en la frontera de Estados Unidos en los últimos dos meses, mientras que The New York Times informó que el presidente Barack Obama se refería al asunto como una "situación humanitaria urgente”.
En un informe publicado por Vera Institute of Justice se indica que la Oficina de Reasentamiento de Refugiados y el Departamento de Seguridad Nacional (ORR, Office of Refugee Resettlement, y Department of Homeland Security, DHS por sus siglas en inglés) aplican la definición usada en el Acta de Homeland Security en la que se establece que:
"Un niño extranjero no acompañado es un niño que no tiene estatus legal en los Estados Unidos, es menor de 18 años de edad y no tiene padres o tutor legal en el país presente o disponible para proporcionar atención y custodia física”.
Ni los riesgos del viaje ni las recientes medidas en materia migratoria anunciadas por el gobierno estadounidense han detenido el flujo de inmigrantes hacia la frontera. Un comunicado de prensa emitido por CBP indica que en el año fiscal 2016 hubo un total de 408,870 aprehensiones en puertos de entrada de la frontera suroeste.
El comunicado destaca que en el 2014, por primera vez, más familias y menores no acompañados provenientes de Centroamérica superaron la cantidad de mexicanos tratando de cruzar la frontera de forma ilegal, patrón que se repitió en el 2016.
Un informe de UNICEF publicado el año pasado hace énfasis en la necesidad de brindar protección a los menores en sus países, durante su travesía, y al llegar a la frontera.
En suelo americano
Cuando los menores indocumentados llegan a la frontera con Los Estados Unidos, empiezan procedimientos de inmigración especiales. Solos y sin documentos que les permitan su estancia legal en el país, permanecen bajo custodia de ORR mientras esta organización trata de reunirlos con alguien en la Unión Americana, de acuerdo con Arléne Amarante, de Clinic Fellow con Thomas & Mack Legal Clinic, UNLV William S. Boyd School of Law.
“Hay centros donde evalúan a los niños psicológicamente, les dan de comer y donde pueden dormir”, señaló Amarante. "Pero es desesperante para los niños, porque no saben cuánto tiempo se van a quedar, si van a salir o si van a ver a un juez”.
Las posibilidades de que las autoridades aprueben la estancia de los menores de manera permanente, dependen si aplican para un remedio migratorio, dijo Amarante. Se necesita representación legal adecuada para que eso ocurra.
“No simplemente es presentarse frente al juez, y al juez le cayó bien el niño, y se quedó”, dijo.
Asistencia gratuita
Algunos de estos niños en Nevada son representados por la abogada Laura Barrera, de UNLV’s Immigration Clinic vía the Edward M. Bernstein and Associates Children's Rights Program, que es supervisado por Michael Kagan, profesor de leyes de UNLV.
Barrera indicó que no es posible determinar con exactitud cuántos asuntos manejan anualmente porque los casos de inmigración pueden tomar años para llegar a un fallo final, aunque la cantidad de casos permanece en alrededor de 150. Así como van resolviendo casos, reciben nuevos, dijo.
Ha habido otra oleada de menores inmigrantes provenientes de Centroamérica, casi tan grande como la del 2014, de acuerdo con Barrera. La clínica de inmigración de UNLV sigue recibiendo más solicitudes de ayuda de las que pueden manejar.
La mayoría de los servicios de la clínica se ofrecen en Las Vegas, pero también dan continuidad a casos de personas que se cambiaron de esta ciudad a otra, o están dentro de la jurisdicción de la Corte de Inmigración de Las Vegas pero no viven aquí, como aquellos que radican en Utah pero cuya corte más cercana está en Las Vegas.
¿De dónde vienen los menores y por qué están dejando sus países? De acuerdo con Kagan, particularmente llegan de Guatemala, Honduras, y El Salvador.
“Cada historia es un poco diferente, pero estos niños con frecuencia han sido testigos de violencia horrenda, o ellos mismos han sido amenazados”, dijo Kagan. “A veces fue decisión de sus padres o de ellos mismos que la única forma de permanecer vivos era viajar hacia el norte”.
Kagan dijo que una donación de $250,000 hecha este año por la firma de abogados de Ed Bernstein permitirá dar continuidad al programa durante cinco años.
La ley en Nevada
El 13 de febrero, durante la 79ª. Sesión Legislativa, el Asambleísta demócrata Edgar Flores presentó la propuesta AB142, que establece provisiones relacionadas con niños que buscan un estatus especial para jóvenes inmigrantes con el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos. La nueva ley entrará en vigor este 1 de octubre y autoriza a un tribunal a asignarles un guardián legal.
Kagan expresó que la propuesta se asegura de que las cortes familiares de Nevada trabajen en sincronía con la ley de inmigración para que cuando el Congreso le pida a la corte familiar que evalúe abuso y negligencia para un niño inmigrante, los jueces de familia sepan lo que pueden y deben hacer.
“En nuestro sistema, si las cortes de Nevada no evalúan lo que está en el mejor interés del niño, nadie lo hará en un caso de inmigración”, dijo Kagan. “Y puede haber un niño deportado a una situación horrenda porque esa será la única corte que preguntará lo que beneficia al niño. Así que esta propuesta de ley asegura algo de consistencia por todo el estado, y cómo tratan estos casos las cortes familiares.”
Padres, hijos y deportación
Desde que Trump firmó sus órdenes ejecutivas, padres indocumentados se preguntan con más frecuencia cómo se pueden preparar en caso de ser deportados, y cómo pueden proteger a los hijos que se queden en Los Estados Unidos, de acuerdo con Jocelyn Cortez, abogada de inmigración con The Castroverde Law Group.
Desde hace casi cuatro años la firma ha atendido de 50 a 75 casos de menores que llegan solos a la frontera con Los Estados Unidos.
“Lo que estamos haciendo aquí en la oficina son un par de cosas: Un consentimiento para que el niño pueda viajar, y el segundo es un consentimiento para la tutoría”, dijo la abogada. “Es algo legal y específico en el mundo de ley de familias, pero no tiene que ser un padre adoptivo”.
La abogada indicó que los padres en riesgo de una deportación que prefieran dejar a sus hijos menores en Los Estados Unidos deben pensar en la tranquilidad de los niños y estar preparados antes de enfrentar una posible situación de crisis.
“Hablen con un familiar o amigo que quiera ser como tutor”, señaló Cortez. “No sería adopción para los niños que se quedan aquí, porque para ello, el padre tiene que rendir sus derechos, y eso es muy peligroso. Entonces la tutoría o consentimiento que se puede preparar es prospectivo, y solo tomaría efecto si la persona es expulsada”.
“¿Qué pasaría con mis hijas?”
Las familias en ambos lados de la frontera comparten una misma preocupación: El bienestar de sus hijos.
Padres que huyen de la violencia o la pobreza en su país natal pueden dejar atrás a sus niños en caso de enfrentar una deportación, o los pueden traer a Los Estados Unidos esperando que no les toque enfrentar el mismo destino. Los padres que todavía no pueden dejar sus países mantienen a sus hijos con ellos, arriesgándose a la enfermedad y el hambre, la violencia y la muerte, o los envían a los Estados Unidos en un intento de protegerlos.
Tal es el caso de una madre de familia que se dedica a la limpieza de casas y que prefirió no dar su nombre durante una reciente entrevista con este medio en un centro comunitario de Las Vegas.
Originaria de Puebla, México, esta madre trabajadora recordó su travesía para llegar a esta ciudad, donde ha vivido desde hace 12 años. A pesar del tiempo y los “sustos” que pasó, como ella los llama, ahora tiene dos hijas y está convencida de que haber llegado a este país fue la mejor opción para su familia.
“Me arriesgué a venirme para acá para poder ayudar a mis padres y por la situación que se vive en México” relató. “Estaba embarazada de dos meses cuando mi esposo y yo nos venimos para acá. Caminé como siete días en el desierto y comía lo que otros iban dejando. Llegué a caerme en las zanjas, porque había muchos hoyos”.
La madre de familia dijo que las recientes medidas migratorias del gobierno federal, le han hecho pensar cómo sería el futuro de sus hijas si las autoridades la llegaran a detener, pues su familia es indocumentada. “¿Qué pasaría con mis hijas? Dios no lo quiera, eso puede suceder y todo podría cambiar”.
La señora comentó que en las redes sociales ha leído comentarios de personas que tienen miedo a ser deportadas, por lo que optó por tramitar los documentos de nacionalidad mexicana para sus niñas. “Si me voy, tengo que pelear a mis hijas, porque ellas también son de allá”, expresó.
Imagen principal: Pinturas hechas con las huellas de manos de niños no acompañados que han recibido asistencia la Clínica de Inmigración de UNLV. Miércoles 15 de marzo del 2017. (Foto: Jeff Scheid/The Nevada Independent).