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DREAMers de Las Vegas hablan de sus esperanzas tras un difícil año político (Parte 3)

Luz Gray
Luz Gray
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Los casi 800,000 jóvenes de todo el país que se llaman a sí mismos DREAMers no recibieron el regalo que esperaban antes de Navidad.

El Congreso tomó un receso para las vacaciones decembrinas antes de definir una política de resolución con respecto a los cientos de miles de niños que fueron traídos de manera indocumentada a los Estados Unidos sin tener culpa propia y, como resultado, esto los coloca en una posición precaria: No conocen otro hogar más que este país y aún no hay una solución que les otorgue la residencia.

Hace cinco años, el ex Presidente Barack Obama utilizó su autoridad ejecutiva y creó el Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), que tranquilizó algunos de sus temores. El programa protegió a estos jóvenes de la deportación y les concedió permisos de trabajo siempre y cuando cumplieran con ciertos criterios. Pero en septiembre la administración Trump anunció que se estaba movilizando para finalizar el programa en marzo —esencialmente obligando a los legisladores a actuar en torno a este asunto en un plazo de seis meses.

El fin del DACA de nuevo hundió a los llamados DREAMers en la incertidumbre. Ahora esperan ansiosamente ver si el Congreso aprobará el llamado DREAM Act, una medida que les permitirá permanecer legalmente en los Estados Unidos.

Pero el revuelo político en torno a su estatus migratorio no ha impedido que algunos DREAMers compartan sus historias. The Nevada Independent habló con algunos beneficiarios de DACA que consideran al sur de Nevada como su hogar, y en los próximos días estaremos compartiendo unas breves semblanzas para nuestros lectores. Estos jóvenes pueden ser sus vecinos, compañeros de escuela o de trabajo, y lo que ellos desean es que la comunidad sepa acerca de su odisea migratoria, sus esperanzas, temores y sueños para el futuro:

Erika Castro

DREAMer Erika Castro. Viernes 8 de diciembre del 2017. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Independent).

Erika Castro llegó a Las Vegas cuando tenía tres años de edad. Aquí ha vivido desde entonces. Sus padres decidieron emigrar debido a las necesidades económicas que tenían en su hogar, situado en Tlalnepantla, Estado de México.

Castro tenía siete años de edad, pero se acuerda muy bien, por la forma en que sucedió, que poco a poco empezó a percatarse que, “era diferente”, como ella dice.

Cuenta que un día, en Las Vegas, iba caminando rumbo a su casa junto con su mamá, su tía y su prima, cuando decidieron detenerse en una tienda.

“Estaba migración ahí. Estaba chiquita y no sabía lo que estaba pasando, pero en ese momento mi mamá empezó a llorar. La miré con un temor en su cara. Mi tía le estaba diciendo a mi mamá que se fuera. Entonces mi mamá me agarró y nos fuimos corriendo hasta la casa”.

Ya en el séptimo grado, recibió con gusto la noticia de que había sido aceptada para Junior Honor Society y que viajaría a Washington, D.C al final del programa. Nunca abordó ese avión.

Ya había salido de la high school cuando Castro quiso enlistarse en el ejército, pero no pudo hacerlo por la falta de un número de Seguro Social. Recuerda que se puso a investigar cuáles eran las opciones que tenía y así se enteró del DREAM Act.

Pero su vida estaba cerca de dar un giro inesperado: Se anunció el Programa de Acción Diferida Para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés.)

Pero la cancelación de DACA en septiembre la hizo replantear su nueva realidad. Gracias al programa pudo trabajar, graduarse de la universidad en el área de servicio social y ayudar económicamente a sus padres.

Todo eso podría tomar un rumbo diferente para marzo del 2018, cuando se vence el plazo que el presidente Trump dio al Congreso para pasar una legislación que defina el destino de los DREAMers en este país.

A pesar de haber tenido momentos en los que no se sintió segura de sí misma ni de su futuro, en este 2017 se hizo una defensora aún más fuerte acerca de lo que significa ser indocumentado y valoró aún más el esfuerzo de sus padres, quienes nunca se han rendido.

Castro dijo que recibió la noticia de la cancelación de DACA de una manera un poco diferente que otros DREAMers quienes no forman parte de grupos activistas o no están tan involucrados en el tema. Ella sabía que las posibilidades de que el gobierno de Trump eliminara el programa eran muy altas.

Cuando sus sospechas se hicieron realidad y la administración Trump dio la noticia, se sintió preocupada por quienes no sabían lo que estaba pasando. Tomó la eliminación de DACA como un ataque a su comunidad.

Las protecciones que le otorga DACA expiran en septiembre del próximo año, así que una de las primeras áreas que se verán afectadas para Castro, es el trabajo.

“Si no puedo trabajar ¿Cómo pago por mi educación?”, dijo Castro. “Me voy a graduar de CSN este semestre y luego voy a UNLV, pero sé que entre más se acerca septiembre, voy a necesitar hacer planes para ver cómo voy a poder seguir pagando mis cuentas y además seguir en la escuela”.

Aunque el 2018 será decisivo, Castro dijo que ella y su familia han buscado alternativas que les brinden un alivio migratorio, pero son inexistentes. Su única opción es seguir luchando para que el Congreso pase una ley que resuelva la situación de miles que están bajo las mismas circunstancias.

“No hay un plan B para muchos de nosotros”, dijo Castro. “El gobierno ya tiene toda nuestra información. Saben dónde trabajamos, dónde vivimos, dónde vamos a la escuela, y a estas alturas solo necesitamos que el Congreso resuelva este problema que creó”.

Castro dijo que su logro más grande como DREAMer es haberse graduado, aunque le llevó mucho tiempo conseguirlo, porque su familia no contaba con los recursos para pagar la escuela, se sentía avergonzada de ser indocumentada, no sabía a dónde acudir para pedir ayuda, y además ella misma estaba apoyando económicamente a sus seres queridos.

“Haberme graduado ahora, realmente muestra lo que DACA me pudo dar”, dijo Castro.

Anna Ledesma

DREAMer Anna Ledesma. Miércoles 6 de diciembre del 2017. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Independent).

Durante casi tres años ha trabajado como enfermera pediátrica en el Centro Médico Universitario de Las Vegas y se encontraba de turno la noche del 1 de octubre, cuando ocurrió el tiroteo en un concierto de música country que se llevaba a cabo en el Strip y que dejó como saldo más de 500 heridos y casi 60 fallecidos.

Anna Ledesma se ofreció como voluntaria para ayudar a las víctimas, una escena que describió como si estuviera sacada de una película ante la masiva cantidad de heridos que se encontraban hasta en los pasillos del hospital.

Ledesma, de 28 años y una personalidad llena de energía, considera su profesión como un sueño que pudo realizar gracias a DACA. Pero sus planes de viajar por el país para seguir ayudando como enfermera podrían cambiar el en 2019, cuando se vence su permiso de DACA y ya no le será posible renovarlo debido a que el gobierno de Trump canceló el programa el pasado septiembre.

Ledesma y su familia llegaron documentados a los Estados Unidos procedentes de su natal Filipinas cuando ella tenía siete años. Su papá encontró una oportunidad de trabajo en este país.  

Su visa expiró cuando tenía unos 12 años y junto con su familia, se quedaron en los Estados Unidos, pues dijo que pasaban por circunstancias que no les permitieron ver su ajuste de estatus como una prioridad.

Al llegar a la preparatoria, Ledesma gradualmente tomó conciencia de que era indocumentada. No podía obtener una licencia de manejar y sus opciones para ingresar a la universidad eran limitadas.

Cuando la administración del presidente Obama anunció DACA, Ledesma se encontraba justo en medio de un proceso de audiencia ante un juez, pues enfrentaba una posible deportación.

Llegó a ese punto porque durante un viaje a San Diego con sus amigos, decidieron quedarse en una base militar donde trabajaba el padre de uno de ellos. Al regresar de un paseo pasada la medianoche, las autoridades de la base les pidieron su identificación. Ella les mostró su pasaporte de Filipinas, que no tenía visa.

“Estuvimos ahí por lo menos 4 horas”, dijo Ledesma. “Terminaron llamándole a la Patrulla Fronteriza. Estuve detenida en San Diego por dos días y luego, de suerte me mandaron aquí a Henderson, de hecho, por otros 12 días”.

Ledesma ya contaba con un abogado de inmigración antes del incidente. Salió bajo fianza y así fue como terminó bajo un proceso de remoción que requería presentarse ante un juez. Cuando Ledesma se encontraba bajo todas esas circunstancias, se anunció el programa DACA. Su abogado le recomendó que lo solicitara. Cumplió con los requisitos para obtener la aprobación de su solicitud para DACA.

Gracias al programa, Ledesma pudo obtener su licencia de manejo, un trabajo, y continuar con sus estudios superiores de enfermería, la profesión que ama.

“I wanted to work with kids,” Ledesma said. “I get to just be a kid myself! A lot of them think I’m a kid too, so they can relate.”

Ledesma dijo que siempre ha estado consciente de que DACA es un permiso que requiere renovarse, y que cuando el suyo se venza en septiembre del 2019, tendrá que regresar a Filipinas, donde vive la mayoría de su familia. Ya tiene algunos ahorros para su retorno.

“Va a ser muy feo empezar otra vez y ver lo que quiero hacer, porque honestamente no creo que seguiría siendo enfermera si me tengo que regresar”, dijo Ledesma.

Audrey Peral

DREAMer Audrey Peral. Sábado 17 de diciembre del 2017. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Independent).

El pasado martes 19 de diciembre se graduó como licenciada en psicología en UNLV y también tiene otro título que la hace sentir orgullosa: Es madre de un niño de 10 años. Pero los recientes cambios en las leyes de inmigración han opacado esos momentos de felicidad en la vida de Audrey Peral.

“Pienso en mi hijo y en mi vida y en todo lo que podría perder si DACA no va por buen camino”, dijo Peral, quien tiene 29 años y contó por primera vez su historia como inmigrante de manera pública durante una rueda de prensa organizada recientemente por líderes y activistas en Las Vegas.

Los padres de Peral ya vivían en los Estados Unidos, pero decidieron irse a México para el nacimiento de su hija, pues los gastos de parto eran muy altos en este país. El matrimonio regresó a los Estados Unidos acompañados por su bebé.

Aunque sus padres ya cuentan con estatus legal, han batallado para que su hija obtenga su ciudadanía. Peral indicó que actualmente se encuentra en proceso de regularizar su estatus a través de la visa VAWA (Acta de Violencia Contra la Mujer, VAWA, por sus siglas en inglés) pues sus abogados le recomendaron que era la mejor opción para su caso.

A pesar de no estar bajo la cobertura de DACA, Peral dijo que se considera una DREAMer, que tiene fe en que se llegara a una solución para los inmigrantes indocumentados y que ella seguirá luchando porque la gente sepa las contribuciones y logros de los DREAMers.

Azalea Peral, mamá de Audrey, y quien conversó con The Nevada Independent en español el sábado 16 de diciembre al término de una sencilla ceremonia de reconocimiento a estudiantes inmigrantes en UNLV -entre ellos su hija- dijo que era triste que se cancelaran programas como DACA, que fomentan la educación y benefician a este país.

“No estamos hablando de personas que drenen el sistema”, dijo la señora. “He pagado centavo a centavo la universidad de mi hija y me siento muy orgullosa de mis hijos. Jamás hemos pedido estampillas ni nada de eso”.

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