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Inmigrantes celebran su primer Día de la Independencia como nuevos ciudadanos estadounidenses

Michaela Chesin
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Luz Gray
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Para muchos estadounidenses, el 4 de julio es sinónimo de otro año de reuniones familiares y fuegos artificiales.

Sin embargo, para los 46 residentes del Sur de Nevada quienes se dieron cita en la corte federal de Las Vegas a mediados de junio, la celebración significa su primer Día de la Independencia como nuevos ciudadanos de este país y, a menudo, la culminación de un camino difícil.

Para muchos inmigrantes ha tomado años llegar a ese punto. Algunos lucharon y dejaron a sus familias con la esperanza de un futuro mejor, o tienen seres queridos quienes aún viven en países con regímenes opresivos y violencia.

 A medida que la administración del Presidente Donald Trump ha implementado estrictos controles migratorios, algunos sintieron la urgencia, no sólo de tener la seguridad que brinda la ciudadanía, sino de contar con una voz en un país que ha sido su hogar por muchos años. 

A través de un video pregrabado en inglés, Trump los felicitó por naturalizarse como estadounidenses.

“Mis queridos compatriotas americanos, con gran orgullo les doy la bienvenida a la familia estadounidense”, dijo el mandatario en el video. “No importa de dónde vienen o cuál religión profesan, este país es ahora su país. Nuestra historia es ahora su historia y nuestras tradiciones ahora son sus tradiciones”.

 El Presidente terminó su anuncio con “Dios Bendiga América”.

La juez Brenda Weksler, quien es una inmigrante argentina, presidió la ceremonia y dijo que compartía la experiencia de los nuevos ciudadanos después de que ella hizo el mismo juramento de la ciudadanía hace 18 años.

“Si bien se están haciendo ciudadanos de los Estados Unidos, eso no significa que tienen que olvidar quiénes son, cuáles son sus costumbres, su idioma”, dijo. “Esas tradiciones son importantes y los hacen ser como son y hacen del país el país que es hoy en día”.

A continuación, se presentan las historias de algunos nuevos ciudadanos procedentes de China, Cuba, El Salvador, Etiopía, Guatemala, Honduras, India, Irán, Israel, Líbano, México, Nicaragua, Nigeria, Filipinas, Polonia, Rumania, Rusia, Corea del Sur, Tailandia, Reino Unido y Vietnam.

 Una historia de amor y una voz emergente

Karla Lucy, quien emigró de Honduras, admira una bandera estadounidense durante la Ceremonia de Naturalización en el Palacio de Justicia de los Estados Unidos Lloyd D. George el viernes 14 de junio de 2019. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Independent).

Cuando Karla Lacy visitó Las Vegas hace siete años para ver a su tía, no pensaba pasar aquí el resto de su vida. Sin hablar inglés en ese entonces, se describía como una persona muy tímida.

Con el tiempo, aprendió la importancia de hacer valer su voz, y no quiere que pase un día más sin hacerse escuchar.

“Voy a alzar mi voz. Eso es lo primero que voy a hacer”, dijo Lacy, una nueva ciudadana estadounidense quien espera involucrarse en la política y apoyar a grupos que actualmente no tienen esa voz.

Lacy tenía 21 años y estaba de vacaciones procedente de Honduras, cuando acompañó a su tía a una tienda para reparar su teléfono y ahí cautivó a quien se convertiría en su futuro esposo.

“Yo no sabía nada de inglés, y veía a todos esos niños anglos, y me sentía muy tímida”, dijo.

Cuando su tía regresó sola al día siguiente, el hombre que trabajaba en la tienda le preguntó por Lacy y le rogó para que le diera su número de teléfono.

“No sé cómo logró que mi tía le diera mi número de teléfono, pero lo consiguió”, dijo Lacy, quien regresó a Honduras poco después.

Ella y su futuro esposo utilizaron el traductor de Google para comunicarse debido a la barrera del idioma. 

Después de un par de semanas de insistir, Lacy decidió que él merecía una oportunidad: “Por lo menos le voy a dar una oportunidad de ser mi amigo”, pensó. 

“Sin embargo, él conquistó mi corazón”, añadió con una sonrisa.

Lacy regresó a Las Vegas el año siguiente y se casaron en la corte. Desde entonces ha estado aquí. Durante su estancia en este país, Lacy fue a la escuela a estudiar inglés, trabajó como camarera y en un centro de atención telefónica en inglés.

“Me esforcé”, comentó. “Yo me dije,  ‘si tengo que aprender el idioma, entonces necesito encontrar un trabajo, tengo que salir de mi círculo social y hablar”.

Con el himno nacional de los Estados Unidos como fondo durante un momento de la ceremonia, Lacy bajó la mirada hacia la pequeña bandera que sostenía en la mano, conmovida. La mayor parte de su familia está en Honduras, donde dice que las condiciones de vida son malas.

“Me siento muy afortunada de ser alguien de mi gente, de estar aquí, de que puedo luchar por mis sueños,” dijo.

A pesar de que Lacy está agradecida con el país, dijo que se naturalizó debido al estado actual de la política migratoria. Ella no está de acuerdo con algunos de los cambios que Trump ha hecho, sobre todo en lo que respecta a los DREAMers.

“Ya no me sentía segura ya, incluso siendo residente. No me sentía segura“, dijo Lacy. “Yo no quería tener ese pensamiento en mi cabeza. Quería sentirme bien porque vengo de un país en donde hay mucha inseguridad. Sales del trabajo un día y no sabes si vas a regresar“.

Lacy ha avanzado mucho desde que era esa chica tímida quien fue al taller de reparación de teléfonos.

“Ahora voy a levantar la voz y voy a votar”, dijo.

Una larga espera

Maylinn Rosales, (izq.) originaria de Nicaragua, habla con una amiga después de obtener su ciudadanía el viernes 14 de junio de 2019. (Foto: Jeff Scheid / The Nevada Independent).

Este 14 de junio quedó marcado en la memoria de Maylinn Rosales como uno de los momentos más trascendentes de su vida. Tuvieron que pasar 20 años para que sus manos al fin pudieran sostener el documento que tanto esperó: su certificado de naturalización.

El proceso migratorio de Rosales, originaria de Nicaragua, empezó con una visa de estudiante, luego un permiso de trabajo, la residencia, y concluyó a mediados del mes pasado con su ceremonia de ciudadanía.

Su mirada tenía un brillo especial por la emoción del momento, pero también cierta nostalgia porque, comentó, le parecía absurdo que después de haber vivido 20 años en los Estados Unidos, procesos como el de ella tardaran tanto tiempo.

“Mi opinión es que una reforma migratoria es absolutamente necesaria y se debe tomar en serio”, dijo Rosales al término de la ceremonia en Las Vegas. “No solo se trata de las personas que están aquí ilegalmente, sino de quienes están aquí legalmente tratando de naturalizarse”.

Rosales, quien estudió ingeniería civil en los Estados Unidos, comentó que al principio no pensaba hacerse ciudadana estadounidense, pero ante la incertidumbre creada por los constantes cambios en las políticas migratorias del Presidente Trump — en especial la Visa H1-B para la contratación de profesionales extranjeros con la que ella empezó a trabajar en el país — cambió de idea.

En abril de 2017, Trump firmó una orden ejecutiva para “crear mejores salarios y tasas de empleo en el país” y dio instrucciones a algunas agencias federales para que implementaran pólizas que aseguraran que las visas H-1B se otorgaran a los solicitantes más preparados y mejor pagados.

A principios de este año, el mandatario señaló en su cuenta de Twitter que, con las modificaciones al programa, que cada año otorga 85 mil visas, la selección de beneficiarios estaría basada en sus méritos, y habría un posible camino a la ciudadanía, aunque no dio más detalles.

“Eso me asustó mucho”, dijo Rosales a los pocos minutos de haber jurado lealtad a la bandera estadounidense y a su nuevo país. “Entonces preferí mejor hacerme ciudadana porque así no hay ninguna manera en la que yo pueda quedar con un estatus que no sea legal en este país”.

Rosales comentó que cuando puede, viaja a Nueva York durante las festividades del 4 de julio, pero que este año será especial porque celebrará el Día de la Independencia ya como nueva ciudadana estadounidense.

Después de haberse tomado la foto del recuerdo con sus familiares y la jueza Weksler, Rosales resaltó que otra gran satisfacción es que ya podrá ejercer sus derechos cívicos.

“Eso es muy importante; me parece que muchos ciudadanos americanos no ejercen su capacidad de votar”, dijo. “Entonces estoy muy emocionada de que ya voy a poder ejercer mi voto”.

Fuerza de voluntad

Una mujer sostiene una bandera estadounidense durante la Ceremonia de Naturalización en el Palacio de Justicia de los Estados Unidos Lloyd D. George el viernes 14 de junio de 2019. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Independent).

“Figúrate tú, mi’ja ¿Qué te puedo contar? Soy una mujer guerrera. Tengo 78 años”, así inició Aida Casillas el breve relato de su viaje para convertirse en nueva ciudadana de los Estados Unidos.

De pelo corto, cenizo y ensortijado, y a solo minutos de haber obtenido su certificado de naturalización, Casillas, quien llegó a este país procedente de Cuba hace casi 17 años, comentó que en 2003 hizo su examen de ciudadanía en inglés, y aunque no lo aprobó, nunca se dio por vencida.

“Allí mismo me dijeron; ‘espere, mi vieja. Cuando cumpla los 15 años en este país, aplique otra vez’, comentó mientras se dirigía con paso apurado hacia la salida y en medio de felicitaciones de algunos asistentes a la ceremonia del viernes 14 de junio. “Y mira ahora”.

El Departamento de Inmigración y Ciudadanía de los Estados Unidos (USCIS) indica que el examen de naturalización consiste en el dominio del idioma inglés, y conocimientos cívicos de este país. En ciertas excepciones, como tener 50 años o más, y dependiendo del tiempo de residencia permanente, los interesados pueden solicitar una excepción para el requisito de dominio del inglés, el examen de civismo, o ambos.

Mientras llegaba el momento de reiniciar su trámite, Casillas se dedicó a estudiar los materiales en español. Esta vez aprobó sin problema la prueba de civismo y la entrevista, con la ayuda de un intérprete.

Vestida con un atuendo rojo enmarcado por una gran sonrisa, Casillas señaló que estaba agradecida con los Estados Unidos por ser el país de las oportunidades, y que en 2020 al fin podrá lograr lo que más deseaba cuando se convirtiera en nueva ciudadana: poder participar en el proceso electoral.

“¡Estoy feliz! Yo ya soy de edad avanzada, pero están mis hijos y mis nietos en este país”, dijo. “Me siento bendecida, porque ahora tengo derechos que no tenía, como el acceso al voto. Veía que todo el mundo votaba y yo no podía. Qué triste ¿verdad?”

 

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