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Lo que pasó aquí: Retrospectiva a un año del primer caso COVID-19 en Nevada

Megan Messerly
Megan Messerly
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Esta nota fue traducida al español y editada para mayor claridad a partir de una versión en inglés.

Ron Pipkins, el primer paciente de COVID-19 de Nevada, carga a su perro Leia en su apartamento de Las Vegas el jueves 4 de marzo de 2021. (Jeff Scheid / The Nevada Independent).

Hace un año, cuando Nevada anunció su primer caso de COVID-19, nadie podría haber imaginado lo profunda o duradera que sería la devastación del virus.

Ronald Pipkins fue la última persona en enterarse que había dado positivo al COVID-19.

Cuando los nevadenses se despertaron en esa fecha, hace un año, con la noticia de que uno de los suyos había dado positivo al nuevo coronavirus, Pipkins estaba en un coma médicamente inducido, luchando por su vida.

Durante mes y medio, Pipkins combatió un virus del que él, sus médicos y el resto del mundo sabían poco o nada.

Cuando Pipkins, veterano de la Marina, se presentó en el Centro Médico VA de North Las Vegas unos días antes quejándose de falta de aire, nadie le mencionó el COVID como la posible causa, y él no lo sospechó.

Pipkins se había sentido mal durante meses. Estaba preocupado por su sarcoidosis, una enfermedad pulmonar. ¿Pero el coronavirus? Con solo varias docenas de casos en los EE. UU. en ese momento, Pipkins sintió que el virus aún estaba lejos, en China. “Va a desaparecer”, había prometido el Presidente Donald Trump la semana anterior. "Un día — será como un milagro — desaparecerá".

Pero no fue así. Mientras Pipkins batalló para sobrevivir desde principios de marzo hasta mediados de abril, docenas, luego cientos y después miles de nevadenses —3,806 para ser exactos — dieron positivo al virus. Murieron 159.

El milagro es que Pipkins no fue uno de ellos.

“Dios me perdonó la vida”, dijo el habitante de Las Vegas de 56 años.

Pero el mundo en el que Pipkins se despertó era muy diferente al que dejó cuando ingresó al hospital a principios de marzo.

Mientras los médicos de Pipkins se quebraban la cabeza tratando de ver cómo salvar la vida de sus pacientes, funcionarios estatales, expertos en salud pública y profesionales médicos, se apresuraron para descubrir cómo detener el ataque del virus en todo el estado, en ese entonces, sin saber de qué forma se estaba propagando y lo mortal que sería.

Sin una guía clara del gobierno federal sobre cómo combatir el virus y sin un plan nacional para abordar la pandemia, el Gobernador Steve Sisolak y muchos de sus homólogos en todo el país hicieron lo impensable: cerraron sus economías. Las luces de la franja de casinos de Las Vegas se atenuaron. Los patios escolares quedaron vacíos. Las calles permanecieron en silencio.

La puerta principal del Wynn Las Vegas, cerrada con un candado el martes 17 de marzo de 2020. (Foto: Jeff Scheid / The Nevada Independent).

En retrospectiva, existe un acuerdo universal entre los responsables de la toma de decisiones en Nevada, de que cerrar, a pesar de lo extremo y desgarrador que eso significó, fue la elección correcta considerando lo que sabían sobre el virus en ese momento. Dicen que si en ese entonces hubieran sabido lo que conocen hoy, podrían haber tomado una decisión diferente; pero en ese entonces no encontraron otra manera de hacer las cosas.

Hasta la fecha, Nevada ha perdido poco más de 5,000 vidas directamente a causa del COVID-19; así cómo otras muertes por suicidio, adicciones y retraso en atención médica.

Otros han sobrevivido pero tienen cicatrices físicas y mentales del año pasado. En el peor momento de la primavera de 2020, 1 de cada 4 nevadenses estaba desempleado, y más de medio millón de niños estaban tomando clases a distancia en lugar de los salones de clases; eso, sí contaban con el equipo y el ancho de banda necesarios.

Ahora, más de una cuarta parte de los nevadenses están inscritos en el programa de seguros del estado para personas de bajos ingresos. Dos de cada cinco nevadenses presentan síntomas de ansiedad, mientras que 3 de cada 10 sufren síntomas de depresión. Las visitas de salud mental de los niños a las salas de emergencia en todo el país aumentaron al menos una cuarta parte.

Hemos culpado a los gobiernos federales, estatales y locales, a los expertos en salud pública y a otros países. Hemos culpado a amigos y familiares por no tomarse el virus lo suficientemente en serio o demasiado en serio. A veces nos culpamos a nosotros mismos.

Aunque ahora la visión puede ser más clara, no podemos aprovechar plenamente ese beneficio: La pandemia aún no termina. Todavía estamos demasiado cerca como para el panorama en su totalidad.

Cada semana de marzo estaremos publicando una serie de 4 partes dedicada a honrar la memoria de los nevadenses que se han ido demasiado pronto a causa del COVID-19.

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