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DREAMers de Las Vegas hablan de sus esperanzas tras un difícil año político (Parte 1)

Jackie Valley
Jackie Valley
Luz Gray
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Esta nota fue traducida al español y editada para mayor claridad a partir de una versión en inglés que aparece en The Nevada Independent.

Los casi 800,000 jóvenes de todo el país que se llaman a sí mismos DREAMers no recibieron el regalo que esperaban antes de Navidad.

El Congreso tomó un receso para las vacaciones decembrinas antes de definir una política de resolución con respecto a los cientos de miles de niños que fueron traídos de manera indocumentada a los Estados Unidos sin tener culpa propia y, como resultado, esto los coloca en una posición precaria: No conocen otro hogar más que este país y aún no hay una solución que les otorgue la residencia.

Hace cinco años, el ex Presidente Barack Obama utilizó su autoridad ejecutiva y creó el Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), que tranquilizó algunos de sus temores. El programa protegió a estos jóvenes de la deportación y les concedió permisos de trabajo siempre y cuando cumplieran con ciertos criterios. Pero en septiembre la administración Trump anunció que se estaba movilizando para finalizar el programa en marzo —esencialmente obligando a los legisladores a actuar en torno a este asunto en un plazo de seis meses.

El fin del DACA de nuevo hundió a los llamados DREAMers en la incertidumbre. Ahora esperan ansiosamente ver si el Congreso aprobará el llamado DREAM Act, una medida que les permitirá permanecer legalmente en los Estados Unidos.

Pero el revuelo político en torno a su estatus migratorio no ha impedido que algunos DREAMers compartan sus historias. The Nevada Independent habló con algunos beneficiarios de DACA que consideran al sur de Nevada como su hogar, y en los próximos días estaremos compartiendo unas breves semblanzas para nuestros lectores. Estos jóvenes pueden ser sus vecinos, compañeros de escuela o de trabajo, y lo que ellos desean es que la comunidad sepa acerca de su odisea migratoria, sus esperanzas, temores y sueños para el futuro:

Juan Juárez

DREAMer Juan Juárez.  Miércoles 12 de diciembre del 2017. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Independent).

Juan Juárez una vez llevó a cabo un lavado de autos para juntar dinero y pagar una solicitud de $495 dólares para un programa que podría protegerlo de la deportación. Apenas recabó alrededor de $85.

Familiares y amigos ayudaron a Juárez, quien entonces estudiaba los primeros años del college, a conseguir los $410 restantes, y así pudo solicitar el programa DACA en noviembre del 2012. Cinco meses después, el gobierno de los Estados Unidos le concedió a Juárez la acción diferida — convirtiéndolo en uno de los miles DREAMers que surgieron con el programa de la era Obama que protegió de la deportación a los inmigrantes que fueron traídos a los Estados Unidos ilegalmente cuando eran niños.

Juarez vivió ese momento decisivo cuando tenía 10 años. Estaba de visita con su familia en Chihuahua — un estado mexicano que se encuentra justo al sur de Texas y Nuevo México — cuando su madre decidió que debían ir a Phoenix, donde vivían unos familiares.

Los dos usaron su visa para cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos, pero terminaron viviendo en Phoenix como inmigrantes indocumentados.

"Ella quería venir y tener dinero suficiente para construir una casa en México", relató Juárez, quien ahora tiene 24 años.

Su plan cambió, como suele suceder con los inmigrantes que se trasladan a los Estados Unidos en busca de un mejor trabajo. Ellos se quedaron, y Juárez se graduó de una escuela secundaria en Arizona. Luego obtuvo varias becas para ingresar a la Grand Canyon University, una institución privada en Phoenix.

Cuando Obama anunció la creación del programa DACA en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en junio de 2012, Juárez dijo que tuvo una sensación de alivio.

"En ese momento me sentí en paz", dijo. "Había mucha incertidumbre porque te podían detener o arrestar, o esto podría pasarle a alguien que conoces, o incluso podrían llevarse a tu mamá. Cuando eso pasó, me sentí seguro. Sentí que finalmente podía lograr lo que quería con mis estudios y mi carrera profesional".

Un mes después de que el gobierno federal aprobó su solicitud para el programa DACA, él recibió una llamada de CNN. La principal cadena de noticias lo había aceptado en su programa de pasantías en su sede en Washington, D.C. — una oportunidad que ayudó a lanzar la carrera que Juárez había comenzado en los medios. Hace dos años, se mudó a Las Vegas para trabajar como periodista multimedia en Univision.

La decisión de Trump en septiembre de poner fin al programa no le sorprendió a Juárez. Él se había preparado mentalmente ante tal la posibilidad. Su permiso DACA expira en enero del 2019.

Juárez quiere ser parte de la solución, pero reconoció que el próximo año será "muy decisivo" para su futuro. Pese a su propia incertidumbre, tiene una persona menos por quien preocuparse — su madre. Ella recientemente se casó y se convirtió en residente legal.

"Me da gusto saber que estará más segura y que arregló sus documentos", dijo. "Espero que también yo los pueda conseguir".

America Reyes

DREAMer America Reyes. Viernes 16 de diciembre del 2017. (Foto: Jeff Scheid/ The Nevada Indeoendent).

El día que el gobierno de Obama anunció la creación del programa DACA, el padre de America Reyes lloró.

Comprendió la magnitud de lo que su hija todavía no entendía plenamente: Las puertas que antes estuvieron cerradas para Reyes debido a su estatus migratorio — quien entonces empezaba la escuela secundaria — de pronto se habían abierto.

"De chica, yo realmente no comprendía qué efecto tendría para mí ser indocumentada", dijo.

El efecto del programa pronto le quedó claro. Reyes obtuvo su licencia de conducir, compró su primer auto y empezó a solicitar su inscripción para la universidad — todas estas cosas anteriormente eran imposibles porque no tenía un número de Seguro Social. DACA cambió eso, le otorgó protección contra la deportación y un permiso de trabajo.

Reyes tenía 5 años cuando su madre la dejó al cuidado de una familia estadounidense que se ofreció a cruzarla por la frontera México-Estados Unidos. Durmió en vehículos de extraños mientras su madre atravesó el desierto, un viaje que finalmente la reunificó con su familia. El padre de Reyes fue el primero que se trasladó a Las Vegas y vivía con un tío mientras aseguraba un trabajo y una vivienda para su esposa y su hija quienes esperaban en la Ciudad de México.

"Mi papá había oído que la gente suele tener una mejor educación aquí", dijo Reyes. "Él sabía que allá yo no iba a tener las mismas oportunidades, por eso como que (tomó) la decisión por mí".

La familia se estableció en la zona de Tropicana Avenue y Jones Boulevard, donde permanecen hasta hoy. Su padre mantuvo dos empleos para sostener a una familia que crecería. Sus dos hermanas menores nacieron aquí, creando lo que Reyes refiere como una familia de "estatus mixto". La situación — algunos miembros de su familia son residentes legales, mientras que otros no lo son — ha provocado conversaciones familiares acerca de qué sucederá si Reyes o sus padres enfrentan la deportación.

Reyes comentó que a pesar de las protestas de sus padres, sus hermanas, quienes ya tienen 13 y 14 años de edad, insisten en que ellas también se irán.

A sus 21 años de edad, Reyes explicó que DACA le dio la misma seguridad que gozan sus hermanas desde que nacieron, y le permitió continuar la educación que motivó a sus padres a cruzar la frontera ilegalmente. Ella estudia justicia penal en UNLV y espera convertirse en juez algún día.

"Ha sido una gran bendición", dijo, luego de aprovechar las oportunidades previstas por la política. "Esas pequeñas cosas de alguna manera normalizan tu vida. Aquí te sientes como una persona normal".

Mariana Sarmiento

DREAMer Mariana Sarmiento. Sábado 17 de diciembre del 2017. (Foto: Jeff Scheid/The Nevada Independent).

Una tarde reciente de un sábado, Mariana Sarmiento estuvo al frente en un salón de clases de UNLV donde hubo música de mariachi, pastel y globos para honrar a los estudiantes que acababan de graduarse.

La ceremonia tuvo un significado especial para estos graduados: Todos eran beneficiarios de DACA. Sin el programa de la era Obama, quizás nunca hubieran podido asistir a la universidad.

Hace poco Sarmiento, quien nació en Ciudad Juárez, México, experimentó la misma sensación de alegría y orgullo: Recibió su título de licenciatura en Sociología por UNLV en mayo y después se inscribió en un posgrado, con miras a estudiar una maestría en Trabajo Social.

El camino que la llevó a la universidad comenzó cuando tenía 2 años. En ese entonces su familia se mudó a Las Vegas para escapar de la violencia y la difícil situación económica que azotaba a su tierra natal. Casi al terminar la escuela primaria, Sarmiento se dio cuenta de los retos que enfrentaría como inmigrante indocumentada.

"Yo no sabía que era diferente cuando no tienes papeles", dijo Sarmiento. "La primera vez que me enteré de mi propia situación estaba en quinto grado, cuando fui invitada a Washington, D.C. para participar en un programa o algo así, y mi mamá me dijo, ‘no puedes ir porque no tiene papeles’, pero yo no creí que toda mi vida sería así".

Sarmiento afirmó que la creación del programa DACA en junio del 2012 cambió su suerte. Ella asistió a la universidad, terminó pasantías y viajó. Pero el programa que la protegió de la deportación y le concedió un permiso de trabajo también la acercó a una comunidad solidaria.

"DACA, yo creo, nos unió más a todos de alguna manera porque nos permitió compartir nuestras historias y abrirnos en ese sentido, sin temor", dijo. "Eso fue lo más grande, creo".

Sarmiento dijo que, al igual que muchos otros DREAMers, sintió tristeza y rabia cuando el presidente Donald Trump procedió a eliminar el programa. Con eso parecía amenazar lo que ella considera su mayor logro — tener la vida estable, segura y sana que sus padres vislumbraron para ella cuando tomaron la decisión de cruzar la frontera México-Estados Unidos.

En los meses posteriores a la decisión de Trump, su perspectiva mejoró un poco.

"A medida que pasó el tiempo, me sentí un poco más empoderada por la comunidad que me rodea y también por la idea de que esto no va a acabar aquí", comentó. "Vamos a luchar".

 

 

 

 

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